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Amayadori Estudio de arquitectura en A Coruña
Arquitectos Vs Constructores

Arquitectos y Constructores: Claves para una obra sin sorpresas

Constructores, arquitectos y la eterna Guerra Fría de la obra

Si hay algo que caracteriza a la construcción es el caos controlado. Porque hacer una casa no es un proceso limpio, ordenado y metódico como en las revistas de arquitectura. No es un render, es un campo de batalla. Y en el centro de todo, las dos figuras clave: el arquitecto y el constructor, condenados a entenderse, pero siempre al borde del conflicto.

¿Por qué los estudios de arquitectura imponen constructoras?

Cuando un arquitecto recomienda una constructora, el cliente lo ve con suspicacia. ¿Y si están en el mismo negocio? ¿Me quieren meter a su amigo para cobrar comisiones? La respuesta suele ser mucho más simple: porque ya se conocen, han trabajado juntos y saben que funciona.

El arquitecto lleva meses diseñando, ajustando, detallando cada rincón del proyecto, y ahora llega el momento de ejecutar todo lo que estaba en el papel. Pero entonces aparece una constructora con la que nunca ha trabajado, que no entiende sus detalles, que interpreta los planos a su manera, que no pregunta, sino que decide por su cuenta. Y la obra, en lugar de avanzar, se convierte en un experimento donde todo sale mal a la primera, el cliente se impacienta y la factura empieza a engordar.

El vínculo de experiencia entre arquitecto y constructor beneficia al cliente porque significa menos improvisación, menos tiempo perdido y menos dinero gastado en corregir errores. Pero la ventaja real no es solo evitar problemas, sino conseguir mejoras sin que se conviertan en sobrecostes.

Cuando hay confianza y una relación de trabajo establecida, el arquitecto puede pedir más sin que la respuesta inmediata sea un presupuesto adicional. Pequeñas mejoras en los acabados, ajustes en la ejecución que benefician el resultado final, detalles que no estaban especificados, pero que se resuelven sin un cambio de precio. Todo esto ocurre cuando hay un clima de colaboración.

Por el contrario, cuando la relación se basa en la confrontación, cada mínimo cambio se convierte en una lucha de precios. El arquitecto que se pasa la obra cortando cabezas, fiscalizando cada movimiento y exigiendo sin concesiones, acaba quemando los barcos. La constructora trabajará exactamente según el contrato, sin un esfuerzo extra, sin soluciones creativas, sin la mínima flexibilidad. Y, por supuesto, cobrando cada detalle adicional como si fuera un encargo nuevo.

Aquí no se trata de ser amigos, sino de entender que en la obra todos dependen de todos. Hoy me rascas la espalda, mañana te la rasco yo. Si hay flexibilidad por ambas partes, el cliente es el primero en salir beneficiado.

Pero ¿no eran los constructores el diablo?

Siempre, peores que el diablo y tienen que serlo.

Porque dirigir una constructora es un deporte de alto riesgo. La facturación es grande, pero las pérdidas también lo son. Un error en la obra no es solo un problema técnico, es un golpe financiero. La mala planificación, la incertidumbre en precios de materiales, los clientes que piden cambios a última hora sin pagar extra, la lluvia, los plazos imposibles… todo juega en su contra.

Y tratar con el cliente es, en muchos casos, un infierno. No porque sean malas personas, sino porque no saben lo que quieren hasta que lo ven construido. O peor, creen que lo saben, pero no entienden el proceso.

Por eso, en muchas ocasiones, tanto el cliente como el constructor tienen razón a la vez, pero llegar a un acuerdo que beneficie a ambas partes significa que alguien pierde dinero.

Negociar, sí, exprimir no

Está bien negociar los precios, comparar presupuestos, hacer preguntas, aclarar dudas. Pero si aprietas demasiado y aun así el constructor acepta hacer la obra, prepárate para una avalancha de extras.

Porque aquí viene otra realidad: ningún buen constructor trabaja a pérdidas. Si acepta un precio demasiado bajo, ya tiene pensada la forma de recuperar ese dinero.

Ahora imagina que, además, los planos del arquitecto no están bien detallados. Tienes un cóctel letal para tus finanzas. Porque cualquier vacío en la especificación se traducirá en interpretaciones a favor del constructor. Y, si es listo, te cobrará cada decisión nueva como un extra justificado.

Ningún buen gestor de obra dirige con una guillotina. Una obra se construye en base a relaciones, favores y confianza. El arquitecto cometerá errores, el constructor también. Si la relación es buena, se solucionan sin coste adicional. Pero si todo es tensión y desconfianza, cada problema será un conflicto y cada conflicto, una factura.

 

 

¿Y el cliente en qué posición queda?

Aquí es donde se empieza a jugar de verdad. Si el cliente quiere una obra bien llevada, necesita a un arquitecto que haga inspecciones de obra cuando son necesarias. No basta con aparecer cuando ya es tarde.

Lo normal es una visita cada 7 o 15 días, pudiendo aumentar a 2 o 3 por semana en la fase de acabados si el proyecto es exigente. Si el arquitecto desaparece y deja que la constructora haga lo que quiera, la obra se convierte en un experimento.

Esto nos devuelve a la cuestión del inicio. ¿Por qué surgen estas sinergias en la construcción?

Dirigir una obra con alguien que ya te conoce cambia el juego

Esto no tiene nada que ver con aceptar el pack llave en mano donde la constructora lo pone todo, incluyendo el arquitecto y el aparejador. Ese modelo nunca funciona, porque en el momento en que juez, jurado y ejecutor son lo mismo, el único que pierde es el cliente. No hay supervisión real, no hay control externo, no hay a quién reclamar. Se trata de una estructura cerrada diseñada para que el cliente firme y se calle. Te venderán, que es la opción más cómoda y económica, pero si algo sale mal, nadie estará de tu lado.

Tu casa, tu proyecto, tu responsabilidad

Una vivienda puede ser el proyecto más importante de tu vida y si lo que quieres es olvidarte de todo, entonces necesitas a un arquitecto que especifique cada fase con precisión.

La peor decisión que puedes tomar es creer que el precio es lo único que importa. En construcción, una obra bien hecha es más barata que una mal hecha. Porque si algo falla, lo pagarás dos veces.

Si alguien te ofrece una construcción de calidad a un precio irrisorio, recuerda esta frase:

El diablo sabe más por viejo que por diablo, y el constructor fue su maestro.

Amayadori ©

Arquitectos y Estudio de arquitectura en A Coruña.
Reformas, construcción de casas e interiorismo.
Financiado por la Unión Europea - NextGenerationEU

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